A unos 240 kilómetros al suroeste de Christchurch, Nueva Zelanda, lejos de la contaminación lumínica de los centros urbanos, tres fotógrafos planearon captar la galaxia de la Vía Láctea sobre los acantilados de arcilla a las afueras de Ōmārama la noche del 11 de octubre.
Pero una tormenta inusualmente grande se avecinaba en la costa oeste, a cientos de kilómetros de distancia, y pudieron observar un fenómeno atmosférico que pocas veces se ha fotografiado: los red sprites o espectros rojos, a veces llamados medusas por sus tentáculos de luz de otro mundo.
Las imágenes fueron captadas desde una reserva de cielo oscuro por Tom Rae, de Christchurch, y dos fotógrafos españoles, Dan Zafra y Jose Luis Cantabrana.

No es usual que los espectros rojos sean vistos fuera de unas pocas regiones que producen enormes tormentas, como las Grandes Llanuras de Estados Unidos o la vasta Llanura del Noreste de China. Incluso donde pueden verse con cierta regularidad, pocas veces los fotógrafos los captan con gran detalle.
Forman parte de un grupo de fenómenos meteorológicos conocidos como eventos luminosos transitorios, descargas eléctricas en la atmósfera que ocurren en el transcurso de una tormenta y duran solo unos segundos.

Los espectros aparecen de color rojo porque se producen por encima de las tormentas en la mesosfera, una capa atmosférica situada a más de 50 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra. Se vuelven azules o morados a medida que la descarga eléctrica desciende, de forma muy parecida a los colores cambiantes de las auroras boreales, según Gaopeng Lu, físico atmosférico de la Universidad de Ciencia y Tecnología de China.
Lu empezó a estudiar los eventos luminosos transitorios hace 15 años en Estados Unidos, donde los espectros rojos son producidos por las enormes tormentas eléctricas que se forman en las Grandes Llanuras. Una tormenta tiene que tener al menos 100 kilómetros de ancho para generar la electricidad de los eventos luminosos transitorios, por lo que un fotógrafo tendría que situarse al menos a 200 kilómetros del borde de la tormenta para captar los espectros por encima de las nubes, dijo.
“Casi nadie en Nueva Zelanda los ha captado antes porque normalmente no tenemos tormentas lo suficientemente grandes como para captarlos”, dijo Rae, el fotógrafo.

Las imágenes tomadas por Cantabrana, Rae y Zafra fueron procesadas para resaltar el tono rojo de los espectros. Rae dijo que hizo varias tomas del cielo con una exposición larga, un ajuste habitual para la fotografía nocturna que da a su cámara 30 segundos para captar la luz.
A diferencia del cristal de las cámaras normales, los modelos modificados que utilizan los fotógrafos del cielo nocturno permiten que llegue más luz del hidrógeno al sensor de la cámara. Las estrellas y las nebulosas están formadas principalmente por hidrógeno.
Después de capturar las imágenes con su cámara modificada para el hidrógeno alfa, Rae utilizó los programas de edición Photoshop y Lightroom para apilar las imágenes capturadas, proceso que reveló los matices rojos de las fotos. También utilizó StarXTerminator, una herramienta basada en inteligencia artificial, para hacer que las estrellas resaltaran menos en las fotos y así los sprites contrastaran más con otros elementos del cielo nocturno.

Aunque los programas con inteligencia artificial pueden ayudar a los fotógrafos a mejorar sus tomas en el posprocesamiento, la fotografía del cielo nocturno se ha visto afectada por la aparición de imágenes creadas por IA.
“La manipulación solo va a ponerse peor y será más difícil de distinguir”, dijo Justin Mott, fotoperiodista y educador radicado en Vietnam. “Hace cinco años, un time-lapse era complicado de falsificar. Ahora la IA puede hacerlo”.
Aunque los espectros rojos pueden falsificarse, esas imágenes manipuladas destacan porque la inteligencia artificial se toma los “sprites medusa” demasiado al pie de la letra y genera animales resplandecientes en lugar de líneas de relámpagos, dijo Jason Weingart, fotógrafo radicado en Austin, Texas, quien ha captado el cielo nocturno y fenómenos meteorológicos severos como tornados.
“Tienen un aspecto demasiado suave, sin el grano que tendría una fotografía real”, dijo.

Rae dijo que llevaba intentando capturar un espectro rojo desde que tenía 15 años. Ahora, a los 20, aprendió fotografía de manera autodidacta como una forma de ver el cielo nocturno, ya que las cámaras pueden revelar más características de las que se ven a simple vista.
“Siempre me ha gustado el cielo nocturno, desde que era niño”, dijo. “Para mí es muy significativo captar un acontecimiento que he querido captar durante mucho tiempo”.





