¿Qué hará ahora el presidente de Francia, Emmanuel Macron?
Esa pregunta vuelve a estar en boca de todos en Francia esta semana, luego de la sorprendente dimisión del primer ministro Sébastien Lecornu y de su gabinete, menos de 24 horas después de su formación.
Lecornu, un estrecho aliado de Macron que fue nombrado hace apenas un mes, culpó a los partidos políticos franceses fracturados de no llegar a un compromiso sobre un presupuesto muy necesario para hacer frente a la creciente deuda y al déficit del país.
Su renuncia deja a Macron con una serie de opciones imperfectas, incluso desagradables. Muchos opositores culpan su decisión de convocar elecciones anticipadas el año pasado del lío político de Francia, y se encuentra bajo una inmensa presión para encontrar una salida.
La oficina de Macron dijo el lunes que había pedido a Lecornu, que permanece en calidad de interino, que mantuviera conversaciones de última hora con las fuerzas políticas “para definir una plataforma de acción y estabilidad para el país” antes del miércoles por la noche. Lecornu dijo en las redes sociales que había aceptado hacerlo y que Macron “sacaría todas las conclusiones necesarias” en función del resultado de las conversaciones.
Esto ofreció poca claridad sobre las intenciones finales de Macron.
La presidencia es, en muchos sentidos, el cargo político más poderoso de Francia. Pero los primeros ministros y sus gabinetes, que responden ante la Asamblea Nacional, están formalmente a cargo de la política interior, incluido el presupuesto.
Esto es lo hay que saber sobre lo que podría hacer Macron:
Un nuevo gobierno
La solución más rápida es nombrar un nuevo primer ministro y formar un nuevo gabinete.
Desde el punto de vista legal, Macron puede elegir a quien quiera. Sin embargo, desde el punto de vista político, Macron tiene que elegir a alguien que cuente con el apoyo de los 577 legisladores de la Asamblea Nacional, al menos durante el tiempo suficiente para aprobar el presupuesto de 2026.
Cualquier nuevo gobierno se enfrentará al mismo problema. La cámara baja del Parlamento está estancada entre tres grandes bloques políticos: un grupo de partidos de izquierda, una débil coalición de centroderecha y una extrema derecha nacionalista y antiinmigrante.
El resultado ha sido la parálisis. Las coaliciones entre partidos no forman parte de la cultura política de Francia, que durante décadas estuvo gobernada por mayorías alternas de izquierda y derecha. Para complicar aún más el panorama están los cálculos y rivalidades internas de los partidos, mientras el país se prepara para las elecciones municipales de 2026 y las presidenciales de 2027.
“Los partidos políticos siguen actuando como si todos tuvieran mayoría absoluta”, dijo Lecornu en su discurso de despedida, en el que los acusó de anteponer los “apetitos partidistas” al interés de la nación.
Hasta ahora, Macron ha preferido a los políticos de centroderecha que consideraba lo suficientemente hábiles para sobrevivir y, al mismo tiempo, preservar sus reformas emblemáticas, como el aumento de la edad legal de jubilación.
Pero esa estrategia ha provocado la caída de tres primeros ministros en menos de un año, y la paciencia del país se está agotando. Los oponentes de Macron en la izquierda moderada dicen que es su turno.
“La democracia en nuestro país debe ser finalmente respetada”, dijo Pierre Jouvet, un alto cargo socialista, tras una reunión del partido el lunes. “Hay que dar prioridad a la izquierda y a los Verdes para gobernar este país y ofrecer una alternativa política fuerte”.
¿Otras elecciones?
Algunos partidos políticos dicen que simplemente sustituir a Bayrou no es suficiente. En lugar de eso, instan a Macron a que convoque elecciones parlamentarias lo antes posible, con la esperanza de obtener una mayoría funcional.
Por ahora, Macron lo ha descartado. Su coalición centrista, que se prevé que pierda escaños en unas elecciones anticipadas, no quiere volver a las urnas. Pero el partido Agrupación Nacional, de extrema derecha, y el partido Francia Insumisa, de extrema izquierda, lo harían con mucho gusto.
Según un estudio reciente del instituto de sondeos IFOP, Agrupación Nacional y sus aliados obtendrían entre el 32 y el 33 por ciento de los votos en la primera vuelta de las elecciones anticipadas, frente al 25 o 26 por ciento de la izquierda, el 15 por ciento de la coalición centrista y el 13 por ciento del partido conservador mayoritario.
Sin embargo, proyectar los resultados finales de los escaños en el sistema de votación de dos vueltas de Francia es complicado, y sigue sin estar claro si unas elecciones nuevas desbloquearían la situación.
¿La renuncia del presidente?
Una opción aún más radical sería que Macron dimitiera y convocara elecciones presidenciales anticipadas. Esto solo ha ocurrido una vez en la Quinta República moderna, cuando Charles de Gaulle dimitió en 1969 tras un referéndum fallido.
Francia Insumisa, partido que sigue indignado porque Macron se negó a nombrar a un primer ministro de la izquierda luego de que esta obtuviera el mayor número de escaños en las últimas elecciones, ha estado presionando a favor de esta opción. Incluso algunos políticos más moderados la apoyan.
Sostienen que Macron, quien fue elegido por primera vez en 2017, es responsable de la deuda en aumento del país; que se ha vuelto demasiado impopular para gobernar con eficacia, y que solo un nuevo presidente con un mandato claro puede sacar al país de su impasse político.
Un estudio reciente del instituto de sondeos Odoxa reveló que Macron tenía un índice de aprobación de solo el 22 por ciento. Pero ha prometido repetidamente cumplir su segundo mandato de cinco años, y no puede aspirar a otro.
¿Qué pasa con el presupuesto?
Independientemente de lo que decida hacer Macron, Francia necesita un presupuesto.
Un nuevo primer ministro podría presentar un proyecto de ley de gastos, pero no está claro si el Parlamento sería capaz de aprobarlo antes de finales de año.
Incluso si no lo hace, la ley francesa da al gobierno herramientas para evitar un cierre inmediato como el que afecta a Estados Unidos.
Por ejemplo, el gobierno podría proponer una ley especial que congelara los impuestos a los niveles actuales, permitiera al Estado pedir dinero prestado, mantuviera pagados a los funcionarios, pero prohibiera los gastos no esenciales. Eso es lo que ocurrió el año pasado, hasta que finalmente se aprobó un presupuesto en febrero.
Ese parche temporal garantiza el funcionamiento del Estado a corto plazo. Pero cuanto más dure, más difícil será el funcionamiento del gobierno y más incertidumbre creará para los inversores, las empresas y los consumidores.
Si el Parlamento se niega a seguir adelante o no celebra una votación, el gobierno puede, bajo ciertas condiciones, imponer un presupuesto por decreto. Pero esa medida no probada podría agravar la crisis política.