Era septiembre de 1991 cuando el cielo pareció romperse a unos 60 km de Parral, en un pequeño poblado de Durango conocido como Ojito. Una aeronave se precipitó generando un estruendo que no dejó a ningún habitante indiferente: un Douglas DC-6 de cuatro motores había caído del cielo. El caos fue inmediato, pero la sorpresa apenas comenzaba. Al revisar el fuselaje, las autoridades encontraron en su interior 3.5 toneladas de droga.
Treinta y cuatro años después, en un giro inesperado, aquel avión es hoy una de las principales atracciones del parque La Ciudad del Niño, donde cientos de niños se han sentado, han soñado y se han imaginado cómo sería surcar los cielos. El símbolo de violencia terminó transformado en un espacio de esperanza. ¿Pero cómo pasó eso?
El narcoavión caído en Parral
La aeronave era tripulada por integrantes de uno de los cárteles más peligrosos de la época. En aquellos años, Colombia dominaba el mercado de los narcóticos, de los cualesdos nombres sobresalían: el cártel de Medellín y el cártel de Cali, siendo estos últimos a quien se les adjudicó tanto la aeronave como la droga incautada.
El aterrizaje fue forzado debido a fallas mecánicas. Su verdadero destino era algún punto del Triángulo Dorado, pero la avería del motor terminó en la caída y posterior detención de los tripulantes, junto con la captura del hombre señalado como responsable de la carga: el parralense Concepción Peña Rodríguez, alias “El Chon”.
¿Que le sucedió al avión caído en Parral?
Con el paso de los años, el avión se convirtió en una sombra. El polvo, el óxido y el tiempo se acumularon; la tierra cubrió cada compartimiento. Solo quedó como recuerdo y como atractivo improvisado para los curiosos que se detenían a tomarse fotos junto a la carretera.
La ciudad del niño
Una década después surgió la idea de darle un nuevo sentido. El gobierno municipal decidió integrarlo a un espacio infantil y en 2005 fue trasladado al parque La Ciudad del Niño. Ahí se rehabilitó la estructura, se añadieron señalamientos, pantallas y asientos para que los niños pudieran entrar y jugar dentro de aquel gigante metálico.
Hoy, sin embargo, el parque muestra signos de abandono. Se proyecta una inversión de 4 millones de pesos para su remodelación, con la promesa de incorporar nuevas tecnologías que revivan el atractivo del avión, un testigo de la violencia convertido en símbolo de esperanza.Desde entonces, el avión queda como recordatorio para los adultos de que cada símbolo puede resignificarse, de que es posible cambiar el sentido de las cosas y que, después de la violencia y el miedo, siempre se puede construir algo nuevo. Para los niños de Parral, en cambio, es un símbolo de esperanza y de sueño: la prueba de que los sueños se cumplen, así como un día los humanos soñamos y luego aprendimos a volar.